lunes, 30 de mayo de 2016

HOY ME PARECE QUE TENGO LA GARGANTA...

Imagínate un día tú, amigo guitarrista, que vas y coges tu instrumento, empiezas a calentar con escalas... pero curiosamente, tus dedos no responden a tus órdenes. Aquello que ayer te salía de forma fácil hoy se vuelve imposible; tus falanges están sin fuerza para hacer sonar las notas con claridad y, al poco rato, esas yemas que parecían hormigón armado empiezan a dolerte como las de un vulgar principiante.
Más tarde, cuando ya estás buscando tu tarjeta sanitaria para irte corriendo al CAP, vuelves a coger tu instrumento y entonces resulta que las cosas parecen volver a arreglarse. Y digo parecen, porque al poco rato, algo que antes siempre habías podido hacer hasta con los ojos cerrados se convierte en una cima inalcalzable y dolorosa.

Pues ese es nuestro oscuro mundo, amig@s: el de l@s cantantes. Siempre se ha dicho que nuestro instrumento es el más delicado, pues no tenemos piezas de recambio para nuestras cuerdas vocales -aunque supongo yo que los dedos de guitarrista tampoco deben de ser fáciles de encontrar yendo de tiendas-, pero es que encima somos terriblemente vulnerables a los caprichos de nuestra malévola cabecita: que si hoy me parece que me he resfriado, que tengo la garganta cansada por alguna extraña razón, que esta noche durmiendo parece que he respirado por la boca porque tengo las cuerdas vocales resecas, que si el diafragma se me ha quedado sin fuerza... Las razones que nuestro sádico cerebro encontrará o inventará para torturarnos son una lista inacabable.
Luego tenemos la famosa y siempre sincera comprensión de nuestros compañeros de banda, que cuando llegas un día y dices que estás jodido de la voz, te miran con cara de perdonavidas como diciendo "ya está el pesao otra vez...". Y es que para ellos, estar mal de la garganta o tener la voz jodida sólo se concibe si llegas al local o al bolo vomitando sangre y arrastrando los pulmones a tu espalda XDDD

Nuestro amor propio y autoconfianza tienen, por defecto, la moral muy delicada. Las más pequeñas nimiedades pueden dar al traste con una actuación en la que estabas dispues@ a lucirte como nunca: notar el soplo de un aire acondicionado en tu cara, beber una bebida demasiado fría -o demasiado caliente-, ver a una ex -o un familiar- que hace tiempo no veías y hoy precisamente ha venido a verte al bolo, una ristra sorpresiva de estornudos inoportunos, que alguien tosa cerca de ti, una cena demasiado picante, que alguien del público le haya dicho algo con una sonrisa al vecino... la lista de "peligros" sería más larga que la de la compra de una familia numerosa que va al súper tan sólo una vez al mes.

Eso sí: tod@s nosotr@s tenemos un ejército de "patas de conejo" que nos ayuda en la batalla diaria contra nuestras neuras: caramelos de mil tipos distintos, chupitos varios, agua fría, helados, infusiones, medicamentos diversos, cafés con leche... toda ayuda es poca cuando se trata de derrotar a nuestro peor enemigo, que no es otro que nosotros mismos y nuestra falta de confianza. Y amig@s, no hay peor batalla que la que se produce entre dos contrincantes con la misma fuerza y nivel, pues puede hacerse eterna y, al final, tanto el derrotado como el vencedor acaban hechos polvo y destrozados. O sea que no nos aticemos demasiado fuerte, que esto parece que va para largo -yo tengo 42 tacos y sigo dándome tortas XDDD

Pero no todo es malo en este conflicto personal que libramos en cada actuación aquellos que nos dedicamos a utilizar nuestra voz como instrumento: si tenemos ese miedo, esos nervios y esa tensión a la hora de salir al escenario, es porque realmente nos importa lo que hacemos y queremos hacerlo lo mejor posible. Porque creemos que el público que ha venido a vernos se merece lo mejor de nosotr@s y estamos dispuest@s a hacer lo imposible para dárselo.

Así que ya sabéis: nosotr@s "tocamos" un instrumento privilegiado, capaz de hacer cosas increíbles que ningún otro instrumento puede hacer, con mil timbres diferentes que ya quisiera para si el mejor sintetizador, pues cada voz es diferente y tiene infinidad de matices y maneras de articularse.
Disfrutemos pues de lo que tenemos y disculpemos nuestros pocos días malos: aceptémoslo como un peaje insignificante para compensar lo exageradamente que disfrutamos esos días cuando estamos pletóric@s de voz y nos sentimos los Reyes y las Reinas del Mundo :-)

No hay comentarios:

Publicar un comentario